miércoles, 25 de mayo de 2011

EL DOCENTE FORMADOR DE ÉTICA


           El educador necesariamente debe tener una formación ética firme para poderla transmitir y formar personas que posean también una buena base moral que les permita desempeñarse adecuadamente en el medio social en que están inmersas, manteniendo una relación de respeto por sí mismo y por los demás. El respeto debe ser el valor primordial para vivir en una sociedad justa y libre.

Los escenarios pedagógicos propicios para la formación de personas felices deben estar enmarcados en un contexto de amor, de valores, de conocimiento y de experiencias significativas. Estas cualidades sólo las ofrecen docentes que las posean y las transmitan. Un docente de alto nivel debe capacitarse y actualizarse académicamente, estar inmerso en los avances tecnológicos, saber de actualidad social pero preservar y practicar los valores aprendidos desde la escuela tradicional. Es imperante no olvidar que el buen ejemplo vale más que un gran discurso.
En tal sentido, resulta parte sustancial de esta formación ética que en el proceso formativo se propicie un clima en el cual tanto docentes como alumnos aprendan a escucharse el uno al otro, sin prejuicios y respetando sus diferencias.
Un profesor ético es, por consecuencia, una persona ética. Una persona que miente y engaña para su beneficio personal, o que es insensible a los sentimientos de otros, difícilmente pueda transformarse en un ser íntegro, con principios que le permitan ser un docente ético. En cambio, un profesor que se empeña en ser empático con sus alumnos y colegas, que aspira a ser justo, amable, confiable, responsable y honesto, y que muestra coraje en su rol profesional, probablemente comprende y aprecia la importancia de tales virtudes en su vida diaria.

La formación ética de los alumnos demanda un compromiso del docente consigo mismo para desarrollar un trabajo responsable. Ello le permite conocerse mejor como ser humano, de manera tal que llega a manejar de forma consciente sus ideas, afectos y emociones. Lamentablemente, existen profesores que desarrollan el proceso de enseñanza-aprendizaje no siendo conscientes de lo que sus acciones pueden provocar en sus alumnos.

Evidentemente, esto demanda que el profesor desarrolle una sólida capacidad de mirarse a sí mismo, a las relaciones que establece con sus pares, y a las interacciones que construye con sus alumnos. Esto último tiene una importancia significativa, ya que los alumnos aprenden a ser éticos a través de sus experiencias con los docentes.

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